Alguna vez encontré en el blog de una amiga una frase muy cierta referida a esa lucidez que uno tiene cuando se encuentra en la soledad de la catrera. Hago alusión a la misma porque en los últimos días me estuvo pasando. El lunes por ejemplo me desperté a las cinco y media, me preparé un mate y miré el sol que empezaba a subir, esbozé unos versos para mí mismo y vovlí a la cama. Una vez allí me empezé a enrosacar en cuestiones profundamente triviales (valga la paradoja), y me dí cuenta que no me podía dormir porque el vuelo mental era tal que simplemente no podía perder la concentración. Además de esto me sucedía que un grano interno en el oido derecho no me permitía dormir sobre ese lado de mi craneo, cosa que me complicó (y bastante) ya que suelo hacer un "vuelta y vuelta" durante unos treinta minutos antes de perder el conocimiento. La almohada se calienta demasiado si uno permanece en la misma posición vió...
La cosa es que pense en "detodo" pero no los quiero aburrir con eso y además no tengo ganas de contar tanta intimidad hoy.
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"Dormí poco, pensé mucho. Extraño tanto y me duele todo un poco."
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Sueño circos con obeliscos de plástico y enanos que aparecen y desaparecen de escena. Al final todo es una gran entrega de premios, yo soy extra en una película premiada y no se si tengo que subir a recibir el premio con los demás, todo es muy incomodo.
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Para colmo ayer me insolé y el cuero me duele.
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Estoy contento. No divertido, contento. ¿Dejo que los días pasen? No estoy seguro. Se fué otro año, me exijó un balance. Los años son medidad arbitrarias, cuasi artificios, mi mente no sabe de finales por estos días, de hecho créo que el año acaba de empezar. Ya no estoy tan triste, pero nose porque estoy llorando. Me duelen los ojos por muchas razones. Estoy amando la vida.
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